sábado, 28 de marzo de 2020

Coronavirus: la toma por asalto (II)



Iglesias gana terreno. Conforme la crisis avanza, hay tres tendencias que me parecen claras. La primera, que los ministros situados en primera fila en la lucha contra la pandemia fracasan día tras día, acumulando todo tipo de errores: cifras erróneas, falta de material, compras inservibles. El caos erosiona la gestión del ala socialdemócrata del Gobierno. La segunda, el progresivo deterioro de la figura de Pedro Sánchez, su pérdida visible de energía y de autoridad. Y la tercera, el afianzamiento primero y el avance después, de la política bolivariana dentro del ejecutivo. Con el tiempo salta a la vista que alejar a Pablo Iglesias de la responsabilidad en la crisis fue un error: carece de la presión y desgaste de otros ministros, lo que le permite organizar la postpandemia con mayor comodidad, libre de las ataduras de la responsabilidad. Allí donde las tiene, como es el caso del apocalipsis que se vive en las residencias de ancianos, nadie parece reclarmárselas. 



 El 27 se la Ministra bolivariana de trabajo, Yolanda Díaz anunciaba su prohibición de despidos en toda España, atacando a los empresariosA nadie se le escapa que la medida impulsada por Iglesias supondrá, de hecho, el cierre de cientos o miles de pequeñas y medianas empresas por todo el país: más a cada semana que dure el cierre, y más cuanto más se pueda ampliar en el futuro. Llama aquí la atención la otra gran medida con la que Podemos presiona, y que aún no ha logrado imponer: extender el cierre laboral a otras actividades que aún hoy se mantienen vivas en nuestro país.

La condena al pequeño y mediano empresario convertirá, de hecho, a miles y miles de personas en rehenes de los subsidios: despedibles y menos despedibles, pero de facto desempleados por el cierre de empresas. Más allá de las consecuencias económicas, está el hecho preocupante, que es el político: si hacemos caso a lo que afirma Europa Press, Iglesias cuenta en el Consejo de Ministros no sólo con el apoyo de los ministros podemitas: también de otros socialistas, como José Luis Ábalos y José Luis Escrivá. Con algunos de los ministros socialdemócratas en las trincheras contra el coronavirus, y Sánchez débil política, moralmente y aquejado de un evidente narcisismo, Iglesias se mueve con comodidad en la retaguardia, avanzando posiciones y destruyendo el tejido económico nacional. 

domingo, 15 de marzo de 2020

Coronavirus: la toma por asalto (I)


Los medios de comunicación adoran y temen a partes iguales a Pablo Iglesias: eso explica que se le permitan actitudes imposibles en cualquier otra persona, incluída la de saltarse una cuarentena por coronavirus. Esta impunidad le llevó a plantarse en Moncloa para el Consejo de Ministros del sábado pasado. La importancia de la cita lo merecía: el líder de Podemos ha visto con total claridad en la crisis la gran oportunidad para su golpe político.

La narración de El País del Consejo de Ministros muestra un duro enfrentamiento de los representantes de Podemos, con Iglesias a la cabeza, con las responsables de Hacienda (Montero) y Economía (Calviño). Este enfrentamiento en sí no es sorprendente: desde el principio en este blog hemos reseñado que este gobierno sería un gobierno de enfrentamiento interno, con una ruptura final inevitable. Lo reseñable del sábado son dos aspectos: uno, la actitud de Sánchez, que al parecer ejerce de árbitro o juez, sin que su autoridad decante la discusión del lado socialdemócrata. Y dos, la actitud del resto de ministros, que o toman partido por Iglesias o se inhiben siguiendo la actitud de su Presidente. Las dos cuestiones ponen a Iglesias en una situación de fuerza. 

Iglesias basa su estrategia en tres líneas: uno, parar la economía del país de manera abrupta y radical; dos, subvencionar después la ayuda a los trabajadores con ayudas masivas; y tres, establecer medidas de control de medios de comunicación y grandes empresas. Con Sánchez indiferente, enfermo o sobrepasado por los acontecimientos, el golpe de Iglesias es brutal y demoledor: se trata de la imposición -con el país encerrado en casa y en situación de excepcionalidad- de algunas medidas chavistas. La desarticulación del sistema productivo actual, la nacionalización de grandes empresas y la creación de una economía subvencionada constituyen medidas que sólo podrían plantearse en una situación excepcional. Como la actual.

Con el país encerrado en casa, ansioso por conocer el contenido del Estado de Alarma, la solución de Sánchez ha pasado al parecer por retrasar al martes la cuestión económica, centrandose por ahora en la cuestión de la crisis sanitaria. Algunos analistas ven en el hecho de que Iglesias se vea fuera de la lista de cuatro gestores de la crisis una derrota del podemita: es un enorme error. Con los ministerios "fuertes" centrados en gestionar el día a día, a Iglesias y los suyos se les abre la posibilidad de gestionar lo importante: la España de después de la crisis. 

jueves, 20 de febrero de 2020

El campo "aprieta"

El campo español se encuentra en peligro de extinción, no solo desde el punto de vista económico, sino también desde el punto de vista social y desde el punto de vista cultural. Las protestas de los agricultores y ganaderos de las últimas semanas tienen claramente un detonante económico: pero no es difícil detectar bajo las cifras de pérdidas denunciadas un enorme malestar por la pérdida de peso del campo en la vida nacional; y más allá se observa con facilidad una profunda crisis de identidad que afecta al modo tradicional de vivir la vida rural.

La crisis actual, con miles de agricultores en la calle y bloqueando carreteras por toda España, es desde este punto de vista apartidista. Representa un episodio más de la tensión entre el campo y la ciudad, agudizada en la modernidad. Pero que sea apartidista no significa que no sea política. Las reivindicaciones de los agricultores tienen una parte económica -la defensa de su competitividad frente a productos llegados de otros países-, una parte social -el olvido del campo en las grandes cuestiones políticas nacionales- y una parte cultural -el abandono e incluso la hostilidad hacia las profesiones tradicionalmente asociadas al campo, desde la caza y la pesca hasta la ganadería.

En este último punto el choque es evidente con al menos la mitad del gobierno, la representada por Podemos, con su carácter profundamente urbanita y postmoderno. La contradicción entre la vida diaria de los agricultores en la calle y las líneas generales de la política social y económica el gobierno llevan a aquellos a un choque directo contra las políticas del gobierno.

La apuesta encabezada por Pablo Iglesias y secundada por otros ministros socialistas de animar a los agricultores a "apretar" en sus movilizaciones implica por parte del Gobierno una suposición y un objetivo. La suposición es que las reivindicaciones de los agricultores y ganaderos se limitan al campo de las prestaciones económicas, que una vez solucionadas a través de subsidios o ayudas se colocarían de manera existosa. El objetivo para ello parece pasar por azuzar al mundo rural contra las grandes empresas, los mayoristas y las distribuidoras: si el problema del campo español está en estas tres figuras de la economía, nada más lógico que incrementar la presión fiscal sobre estos grandes de la alimentación, para satisfacer las necesidades de los agricultores. Esta es la razón por la que el gobierno parece quererse ponerse de parte de los agricultores frente al supuesto enemigo común, las grandes distribuidoras de alimentación. Es la traslación de la lucha de clases a la relación entre el campo y la ciudad.

Esta estrategia del gobierno, encabezada otra vez por Pablo Iglesias, resulta enormemente arriesgada. Por un lado, dejando que sea él quien encabece la respuesta a esta crisis, el Partido Socialista le proporciona el protagonismo deseado. Por otro lado, las respuestas que el vicepresidente del Gobierno da al campo son distintas a las que el campo está pidiendo. El campo no pide que el gobierno acose a impuestos a las grandes empresas de la alimentación, sino que elabore una política más amplia que pase por reconocer el valor del campo, cuidar el papel que juega en la sociedad española, y fomentar las culturas y tradiciones propias del empleo y del mundo rural. Cualquier subsidio formaría parte de esta lógica más amplia. Pero esto es justo lo que Pablo Iglesias y Podemos son incapaces de dar.

Los primeros compases de esta crisis, las primeras movilizaciones, han demostrado tres cosas: uno, que el Gobierno no tiene un plan que no sea el de Podemos para enfrentar la criais; dos, que los agricultores y ganaderos distan mucho de parecer rendirse pronto. En la memoria está el origen de la crisis de los chalecos amarillos, que antes de convertirse en un choque continuo con la policía en el centro de París, fue ante todo una rebelión del mundo rural contra las imposiciones del mundo urbanita, ecologista, feminista y animalista; y tres, que los agricultores cuentan con el apoyo de gran parte de la sociedad española, que ve con simpatía las reivindicaciones.

Así las cosas, más le valdría a Pedro Sánchez buscar cuanto antes una aproximación distinta a la crisis de las protestas del campo, antes de que éstas se enquisten y arrastren a su gobierno a unas consecuencias poco previsibles

martes, 11 de febrero de 2020

Iglesias en Cataluña


Pablo Iglesias, adelantándose otra vez en asuntos clave al resto del Gobierno, ha anunciado que formará parte de la mesa negociadora Gobierno-Generalidad. La expresión utilizada por Iglesias -"Sánchez me ha pedido que forme parte de la mesa de diálogo" vuelve a poner de manifiesto la imagen que Iglesias trata de transmitir de la coalición, de igual a igual entre Presidente y Vicepresidente.  Un día después, el Gobierno, a través de Lastra, ha confirmado que Iglesias formará parte de la mesa "negociadora", con el resto de integrantes aún en duda. Lo ha hecho a rebufo de lo manifestado el día anterior por Iglesias.

Más allá de las formas, está el fondo. No es ningún secreto que Pablo Iglesias mantiene, en relación con los separatistas vascos y catalanes, una relación de enorme complicidad: que llega incluso a la colaboración con los grupos satélites de la banda terrorista. La famosa intervención de Iglesias en una Herriko Taberna de Pamplona no deja lugar a dudas acerca de la sintonía y camaradería que Iglesias tiene respecto a ETA como aliada contra la Constitución de 1978.

La opinión de Iglesias sobre el parlamentarismo es bien conocida: el constitucionalismo no es más que la máscara  del poder económico, lo que traducido al caso español supone la afirmación de que la Constitución de 1978 no es más que la simple continuación el régimen de Franco. Ser "antifascista" se traduce en la práctica en luchar no contra unos inexistentes fascistas, sino en luchar contra el régimen que encarnaría, de manera disimulada, el fascismo. Ahí se encuentran las fuerzas antiparlamentarias de toda condición, y eso explica el escenario dibujado en más de una ocasión por Iglesias: el de la colaboración entre todas las fuerzas antiparlamentarias frente al régimen constitucional, con Podemos funcionando como pivote capaz de reunir a los secesionistas vascos, catalanes o gallegos.

Salta a la vista que Iglesias no puede representar al Gobierno central, salvo que éste se sitúe frente al Estado; ni siquiera cabe pensar en neutralidad de quien ni siquiera se interesa en parecer neutral. En la mesa, representará los intereses de la otra parte de la mesa. Esta larga trayectoria no puede escapársele a Sánchez: de nuevo la duda está en por qué el Presidente proporciona protagonismo a su vicepresidente. ¿Confía Sánchez en el fracaso de la mesa, y por lo tanto se despreocupa del papel de Iglesias en ella?¿Es la mesa la simple imagen pública de unos pactos firmados de antemano?

lunes, 13 de enero de 2020

"Vicepresidencia popular"


fuente larazon.es
Toma de posesión de Iglesias como Vicepresidente del Gobierno, que nos deja aspectos muy relevantes a tener en cuenta. En la sede del Ministerio de Sanidad, Pablo Iglesias ha dicho tres cosas:

La primera, el carácter de este gobierno: de trabajo en equipo, de compañerismo, con muchas voces. Su referencia a Sánchez ha sido para aprobar la creación de un equipo eficaz, sin abandonar la actitud condescendiente que mantiene cuando se refiere al Presidente. En su posesión ha querido transmitir imagen de igualdad respecto a Sánchez. Si él y su esposa han llegado ahí, viene a decir, no es gracias a Pedro Sánchez, sino más bien al contrario. En cada comparecencia, Iglesias refuerza la idea de un gobierno bicéfalo. 

La segunda, que su Vicepresidencia no es la de la casta, sino la del pueblo: en su toma de posesión ha reivindicado la continuidad entre los "movimientos sociales" y su acción de gobierno. Iglesias no renuncia al apoyo de las terminales sociales de Podemos para apuntalar su labor en el gobierno. La afluencia masiva de militanes, el tono asmableario y tumultuoso en la sede del Ministerio de Sanidad, con los gritos de "¡Sí, se puede!" certifican esta continuidad. 

Y la tercera: que la prioridad es un nuevo "constitucionalismo democrático", prioridad alejada de las supuestas atribuciones del Vicepresidente y supuestamente prohibidas por el pacto de control PSOE-Podemos, lo que no parece preocupar en exceso a Iglesias. Iglesias no se limitará a la Agenda 2030 ni a los temas sociales, salvo que, como hace él, éstos temas se extiendan a todos los ámbitos. Su agenda es política, y abarca lo social, lo institucional, lo jurídico y lo económico. 

La estrategia de diluir los ministerios de Podemos entre una veintena de carteras, que por un momento ha tranquilizado a no pocos incautos, no funcionará. Hay una falta de sujeción a las directrices de Sánchez, que depende en términos parlamentarios y morales de Iglesias; éste posee el apoyo en los "movimientos sociales" que constituyen la fuerza de choque de Podemos, y que desde la calle es instrumento eficaz para presionar al PSOE; e Iglesias promete un programa político que desborda con mucho las atribuciones de él y sus ministros, que enlaza con las experiencias bolivarianas. 

domingo, 12 de enero de 2020

Ministros, programa y opinión pública

De entre todas las fortalezas políticas de Sánchez, la de conocer a la opinión pública española es quizá la más importante. El ya presidente tiene la capacidad de entender el ritmo, las aspiraciones y reacciones de la opinión pública, plasmada en los medios de comunicación. Se mueve cómodo en ella, la utiliza unas veces y se deja llevar otras. De todos nuestros políticos es el que con mayor facilidad lo hace, y aquí reside gran parte de su éxito.

No es un fenómeno sólo español, pero de entre las características de la opinión pública española destacan dos aspectos: el cortoplacismo y la superficialidad. Respecto a lo primero, nuestro país tiene poca memoria: olvida pronto las cosas, y llena rápidamente su estado de ánimo por otras polémicas o estímulos más recientes. Tiene además poca conciencia del futuro, tiende a ignorar que los actos tienen consecuencias y que lo importante son justamente aquellas.  Respecto a lo segundo, la superficialidad de nuestra opinión pública se plasma en el hecho de que la imagen, el ruido, la polémica simplona tienden a esconder acontecimientos de fondo de trascendencia.  

Es lo que hemos visto en relación al nombramiento de nuevos ministros. Sánchez ha tocado la tecla adecuada, mediante la filtración sostenida durante días de nuevos ministerios y nuevos ministros. El pacto de gobierno con Podemos y las exigencias de los independentistas, verdadero sostén del gobierno, han quedado pronto olvidados con el baile de nombres, de ministerios y de vicepresidencias. Los nombres, la curiosidad y el cotilleo, están ocultando la cuestión de fondo, que no es otra que la existencia de un programa de gobierno de enormes cambios y pensado a largo plazo

La maniobra ha permitido que dos de los ámbitos que van a ser el objetivo del nuevo gobierno parezcan haberse sentido aliviados: los empresarios y la Iglesia parecen concluir que, puesto que los nombres podían haber sido peores, cabe respirar con cierta tranquilidad. El error es mayúsculo. Los hechos relevantes, ocultos tras el cortoplacismo y la superficialidad de nuestros medios de comunicación son: primero, el pacto de gobierno entre el PSOE y Sánchez, de corte claramente bolivariano; y segundo, el discurso de investidura de Sánchez, que en su primera intervención lo sancionó de principio a fin. La cuestión del rumbo del gobierno la marcan ambos documentos, y de ellos depende la marcha del gobierno; no de los ministros que calculadamente ha nombrado el presidente para diversión infinita de la opinión pública. 

martes, 7 de enero de 2020

Comunistas en gobiernos de coalición

Los gobiernos de coalición no tienen nada de particular en un régimen parlamentario, más allá de que supongan cierta inestabilidad, derivada de integrar ministros con lealtades políticas distintas y, las más de las veces, rivales. Pero sí que son distintos cuando incluyen partidos comunistas allí donde lo hacen. La historia de la participación de los comunistas en gobiernos arroja una conclusión sencilla. Toda coalición entre socialdemócratas y comunistas acaba de dos maneras posibles: o con la ruptura más o menos violenta de ambos partidos a corto o medio plazo, o con la implantación de una dictadura comunista. En ambos casos, el partido socialdemócrata transita por una etapa de duras complicaciones para controlar, frenar o impedir el desbordamiento comunista, si finalmente lo consigue, mediante la negación del carácter radical del gobierno.

No está siendo así en el caso de España. Lo más llamativo del discurso de investidura de Sánchez la pasada noche de Reyes es el dominio casi absoluto de la agenda podemita, no sólo en cuanto al fondo, sino en cuanto a la forma: la agresividad anticlerical, las medidas de subidas de impuestos, la promesa de cambios y rupturas institucionales, las amenazas a los conservadores. No hay en el discurso atemperamiento socialdemócrata derivado del liderazgo socialista, ni equilibro de gobierno derivado de equilibrios parlamentarios, ni mensaje de tranquilidad a la inquietante presencia del bolivarianismo en el Gobierno. Pese a la desproporción de diputados de PSOE y Podemos, pese a las voces dentro de su propio partido, Sánchez hizo suyas las ideas de Pablo Iglesias desde el principio de legislatura, sin apenas resistencia ni disimulo. La letra de su discurso fue de Sánchez, pero la música era la de Podemos.

Esta conducta de Sánchez puede tener múltiples explicaciones, a mi juicio todas derivadas de su debilidad. Hay una evidente debilidad parlamentaria, de todos reconocida: Sánchez es presidente gracias a grupos minoritarios con los que ha negociado hasta el último minuto, prometiendo líneas férreas, carreteras o consultas populares a cambio de un puñado de diputados. Un gobierno asentado in extremis sobre 167 de 350 es un gobierno débil a merced del humor de sus socios de gobierno, impotente para presentar un programa de gobierno propio y liderar a tan heterogénea coalición.

Hay una debilidad ideológica, que pocos discuten, en las posiciones políticas de Sánchez. Los cambios continuos de parecer en los últimos meses son ya motivo de bromas y memes. Esta debilidad, que no es exclusiva ni de Sánchez ni del PSOE, se ha trasladado en el gobierno en funciones al cortoplacismo, al burocratismo y a los gobiernos bonitos. Pero cuando convive en La Moncloa con la fortaleza y la intransigencia ideológica de Pablo Iglesias, las cosas cambian: tiende a convertirse en simple envoltorio cuando las ideas manan de la fuente bolivariana.

Y hay también una debilidad moral del propio Presidente. Sánchez y Redondo pertenecen ya a una generación de políticos españoles corroídos por el relativismo, el materialismo y el utilitarismo. de nuevo esto no es exclusivo de la izquierda. Pero el problema no sólo es generacional de la clase política: los historiadores descubren en los dirigentes socialistas de la II República el mismo tipo de ambición personal, de frivolidad política y de inconsciencia histórica que les impide detectar primero, y frenar después, la política radical de sus socios de gobierno. La sesión de investidura de enero mostró a un Pedro Sánchez ocupado en justificar sus pactos de gobierno, junto a un Pablo Iglesias seguro de qué querer hacer en ese gobierno.

Debilidad parlamentaria, debilidad ideológica, debilidad moral que impiden liderazgo socialdemócrata, y hacen a Sánchez proclive a deslizarse hacia la base podemita de su Gobierno: ni con parlamentarios, ni con ideas, ni con fortaleza de espíritu le es posible a Sánchez contrarestar la presencia comunista en su gobierno: no parecer ni saberlo, ni querer saberlo. Lo peculiar es la rapidez de este proceso de bolivarización presidencial: ya en la sesión de investidura hemos podido observar esta debilidad o desgana..

Así, no sólo nos adentramos en territorio desconocido con un gobierno de coalición con comunistas: la incertidumbre es mayor en la medida en que la ascendencia de éstos en el Gobierno es, ya desde el principio, abrumadora. Los comunistas raramente ganan unas elecciones: las más de las veces acceden al gobierno, de primeras, en gobiernos más amplios con garantías legales: es la acción comunista posterior, dentro y fuera del gobierno, la que acaba erosionando a sus socios. Erosión que es sólo posible desde la debilidad de éstos. Debilidad que Sánchez ha mostrado desde el principio.